Históricamente el uso del plomo, con distintos fines ha sido y es ampliamente consumido en nuestras sociedades, básicamente por ductibilidad y maleabilidad, dando lugar a diversos objetos que son cotidianos y que van desde las baterías que hacen circular a millones de vehículos, pinturas, pigmentos, soldaduras, etc.
No obstante, el plomo es uno de los metales pesados más peligrosos para la salud humana, atacando especialmente a los niños, dado que su sistema nervioso está todavía en desarrollo, y compite con el calcio y el hierro en su nutrición, “porque el metabolismo infantil lo absorbe más que el del adulto” (Tierramerica).
“La intoxicación (…) afecta prácticamente todos los órganos pero, sobre todo, a los sistemas nerviosos central y periférico, los riñones y la sangre. Los niveles altos de plomo en sangre pueden ocasionar encefalopatía y la muerte”.
“Los efectos asociados pueden permanecer por muchos años. La exposición al plomo y los altos niveles de plomo en sangre se han relacionado con déficits sensitivomotores, desempeño intelectual de los niños con bajo CI [coeficiente intelectual] y logros académicos pobres”.
“Las exposiciones al plomo durante los dos primeros años de vida representan un riesgo de retraso constante en el desarrollo, así como de deficiencias en las funciones cognitivas” (Samaniego 2002).
Este atingente problema es común en las sociedades latinoamericanas, aunque muchos de sus países han emitido salvaguardas que van desde la reducción de la concentración de tetraetilo de plomo en la gasolina, la prohibición del uso del plomo en determinados artículos, el monitoreo, y, la inclusión de la temática en la norma nacional y municipal.
La exposición a este metal, varía de acuerdo a las realidades socio-económicas e incluso culturales, en algunos casos, sobre todo, en ámbitos urbanos –por su concentración- el aire contiene partículas expuestas en la gasolina, en alimentos contaminados en su transportación, la preparación de comestibles en vía pública, almacenamiento sin protección, conservas soldadas con este metal, etc.
“También puede ingerirse plomo con el agua de consumo humano cuando se corroen las tuberías de plomo o soldadas con este metal debido a la acidez del agua, (…); otra fuente potencial de ingestión de plomo es la pintura descascarada de paredes o de objetos (lápices o juguetes), en particular cuando se utilizan formas solubles y biodisponibles de plomo” (Instituto Nacional de Ecología – México).
Países como Bolivia, fabrican, aún, de forma artesanal los “soldaditos de plomo”, que son comercializados libremente en ferias de distinta índole.
No obstante, el uso del plomo en el vidriado o esmaltado de vajillas de origen artesanal cuyo horneado es de baja temperatura y de muy amplio uso, se convierte en una fuente directa de exposición, especialmente cuando se solubilizan por alimentos ácidos y el roce con elementos metálicos como los cubiertos.
Habrá que dejar de tomar el “chairo”*, en estos platos.
El Proyecto de Ley de residuos peligrosos, ingreso, uso y disposición final de pilas y baterías, presentado en marzo de 2007, por Observancia, al parlamento boliviano, prevé soluciones a esta problemática, que van desde exámenes a quienes se vean directamente vinculados al metal, y el cambio de óxido de plomo en el esmaltado de vajillas; lamentablemente hasta la fecha no se ha considerado su pertinencia, siendo un problema importante que debería superar lo urgente.
* Sopa de origen andino, cuyo componente central es la papa deshidratada o chuño.
Fuente:
Reportaje: Con el plomo no se juega, por Mario Osava
http://www.tierramerica.info/nota.php?lang=esp&idnews=2658
Samaniego E, Benítez-Leite S. 2002: Niveles de plomo en sangre en niños de áreas urbana y sub-urbana, en Revista Pediatría, Sociedad Paraguaya de Pediatría, Asunción.
(Instituto Nacional de Ecología – México): http://www.ine.gob.mx/publicaciones/folletos/98/98.html
Foto: Gustavo Cardoso / Potosí, Warnes / La Paz / 2007 – 2008.